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Mis libros


En casa tengo muchos libros, pero decir que tengo una biblioteca es demasiado pretensioso, probablemente lo más correcto sería decir que tengo libreros repletos de libros, además de algunos estantes y cajas que me sirven para almacenarlos. En las cajas están aquellos que no necesariamente necesito tener a la mano, y que muy probablemente ya leí, pero que por ningún motivo me deshago de ellos. No me pregunten cuántos libros tengo en casa, he intentado contabilizarlos, pero jamás lo he logrado. También me encantaría tenerlos ordenados y clasificados como en las bibliotecas, pero es una tarea que requiere de tiempo y paciencia que prefiero ocupar en otra actividad; leer, por ejemplo. Eso sí, les garantizo que el desorden de mis libros guarda cierto orden que sólo yo entiendo.

     Desde hace tiempo mantengo una compulsión incontrolable por comprar libros; cada fin de semana llego a casa con varios que me entregan en el jardín San Fernando, cerca de la Alameda. Antes solía visitar librerías de viejo de la calle de Donceles del Centro Histórico de la Ciudad de México; era fascinante hurgar en esas pilas de libros empolvados con la esperanza de hallar algo interesante que me pudiera robar el aliento. Muchos de mis libros vienen de ahí, de esas librerías con nombres que invocan a la tentación: El Tomo Suelto, El Inframundo, El Laberinto. Pero los tiempos cambian y ahora compro a través de Facebook en grupos dedicados a la venta exclusiva de libros. Constantemente ofertan verdaderas joyas librescas. En estos grupos virtuales tengo a mis favoritos: La Estación de Libros, El Tlacuache rojo y Librería el Murciélago. También hay tendidos sobre el piso, lo que requiere tener los ojos bien abiertos.

     Ya les he confesado que tengo la firme convicción de leer todos mis libros, absolutamente todos. No sé si me alcance la vida, pero me gusta pensarlo así. No vayan a pensar que compro nomás por comprar. Cada uno de los libros que tengo tiene un motivo para formar parte de mi biblioteca —bueno, de mis libreros—. No miento si les digo que puedo contar la historia de cómo adquirí cada uno, el motivo que me llevó a comprarlo y, en muchas ocasiones, lo obsesivo que fue hacerme de algunos de ellos luego de tensas negociaciones con el vendedor. Son muchas las aventuras que podría escribir una novela que resultaría un mamotreto.

     Cuando recibo visitas nuevas en casa y ven libros por todas partes, suelen preguntarme si ya los he leído todos. De inmediato respondo que no, pero que quizás algún día lo haré. También hay ocasiones en que me piden que les recomiende algún libro para leer, pero difícilmente me atrevo a recomendarles algo, porque pienso que elegir un libro para leer por placer es una decisión personal. Lo que les digo es que visiten una librería o biblioteca y el libro que les llame su atención, traten de hojearlo y leer la contraportada y si los atrapa, ese será el indicado. Es que miren, la mayoría de mis libros tratan de historia de México que va de la época prehispánica, la virreinal, el complicado pero apasionante siglo XIX, un poco menos del siglo XX, pero muy en particular de la historia de la Ciudad de México, un tema que me apasiona. Algunos de mis libros son rigurosamente académicos, pero también tengo novelas históricas, cuentos, crónicas y relatos. No les voy a mentir, también tengo novelas cursis que suelen entretener. Lamento decirles que de poesía no tengo mucho, si acaso tres, realmente es un género que no logra cautivarme. ¿Lo ven? Cada quien tiene sus gustos. Ahora que, si conozco el interés del que pide la recomendación y empata con mis gustos, por supuesto que me encanta hablar de libros y me dejo ir como hilo de media, porque no hay nada más placentero que hablar y escuchar lo que nos apasiona.

     En fin, ayer 12 de noviembre se celebró el Día del Libro en México y fue el pretexto para hablar de mis libros. Termino con esta frase de Fernando Benítez: «Es cosa de nunca acabar. Vuelvo a mis libros. Me invade la certeza dolorosa de que, si viviera cien años, nunca podría leerlos todos».

✍️ Adrián Martínez





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